terça-feira, 23 de março de 2010

Yevgeny Khaldei
Quien me iba a decir que el destino era esto.

Ver la lluvia a través de letras invertidas,
un paredón con manchas que parecen prohombres,
el techo de los ómnibus brillantes como peces
y esa melancolia que impregna las bocinas.

Aqui no hay cielo,
aqui no hay horizonte.

Hay una mesa grande para todos los brazos
y una silla que gira cuando quiero escaparme.
Otro dia se acaba y el destino era esto.

Es raro que uno tenga tiempo de verse triste:
siempre suena una orden, un teléfono, un timbre,
y, claro, esta prohibido llorar sobre los libros
porque no queda bien que la tinta se corra.

M. Benedetti


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